Diego Navajas

Mi historia

Diego Navajas, Fundador de Navajas Barbershop. Pase de no tener nada a formar el Negocio de mis sueños, más de 300 puestos de trabajo a lo largo de nuestras 17 franquicias, más de 40.000 personas capacitadas en nuestros seminarios y 2.000 alumnos recibidos en el último tiempo, Millones de seguidores en Redes Sociales.

La mentalidad y conocimientos adquiridos en estos 15 años de sacrificio, son el reflejo de inspirar a cualquier persona a vivir de lo que le apasiona y luchar por sus sueños.

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Origen

Mi historia

La dura infancia que nos toca a la mayoría, me crié Hasta mis 18 años en el “Barrio Ombú” en el bajo de General Pacheco, Familia de muy bajos recursos, donde no existen posibilidades pero siempre se intentaba de todo para salir adelante, tocaba hacer malabares para conseguir el PAN de cada dia.

Siempre me llamó la atención la Peluquería Masculina, al terminar mis estudios empecé a cortar el pelo en mi casa o iba a domicilio, tenia algun que otro cliente en el barrio pero al poco tiempo después se puso de moda el PELO LARGO, fue furor, todos se dejaban el pelo largo hasta la cintura, perdi los pocos clientes que tenia y no me quedó otra opción que rebuscarmela.

siempre nos fue mal económicamente, pase por trabajos de todo tipo que no me gustaban, a veces hasta dos o tres a la vez, no existía fin de semana, días libres, feriados, solo deudas que pagar y una familia que mantener.
Luego de mil fracasos tomamos la decisión de probar una nueva vida, me fui a Río Gallegos a lo de mi hermano que estaba mucho mejor, pudimos estabilizarnos económicamente, pero no fue suficiente, estábamos perdidos, lejos de la Familia, cansado de todo, corria atras de la plata y no llenaba los vacios dentro, reflexione y aprendí mucho, ese motor fue el que me motivó a volver a Buenos Aires y hacer lo que realmente me apasionaba.

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2010

No empecé de 0 empecé de -1000

Volví a Buenos Aires, totalmente en la ruina, no tenía absolutamente nada. Lo poco que teníamos lo perdimos cuando nos fuimos al sur, pero no me importaba. Tenía que montar mi salón de peluquería como fuera. Sin siquiera saber dónde íbamos a dormir, había perdido mi trabajo, el departamento que alquilábamos. Sentía la desesperación de un padre frustrado. El enojo conmigo mismo era tan grande que, de alguna manera, empecé a moverme con un objetivo claro.

La madre de mi esposa nos prestó un pequeño cuarto de herramientas. Éramos cuatro, todos apretados, y pasamos ahí unos largos meses. Trabajaba todo el día en un local de comidas rápidas y, por la noche, hacíamos pedidos a domicilio con la moto. Estaba completamente aislado de todo. Apenas llegaba a casa, pero tenía muy presente mi objetivo y no podía fallar otra vez.

Estaba muy confiado, con objetivos claros y grandes aspiraciones. La gente se reía de mí, me decían que era imposible, que no lo iba a lograr. Se preguntaban cómo podía pensar esas cosas, especialmente porque me veían lavando platos con ellos y diciendo que iba a cortarle el pelo a todo el mundo, cuando ni siquiera tenía mi barbería.

Al año siguiente, pude empezar mi proyecto de barbería. Todavía no tenía nombre, pero este proyecto reunía los aprendizajes de mis mil fracasos, trabajos que no me gustaban, y esa carrera constante detrás del dinero por necesidad. Todo el enojo, la frustración, el sentimiento de que ya no tenía más oportunidades… Sentía que este era mi último tren, que podía salir bien o mal, pero tenía que lograrlo, porque era lo que siempre soñé.

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2012

De día mi local,
de noche mi habitación

Luego de un tiempo, conseguí mudarme a un local, que también sería mi habitación. Lo dividí a la mitad con una pared de machimbre y armé mi salón de peluquería con lo que pude conseguir: algunas cosas prestadas y otras que me regalaron. Así empecé.

Poco a poco la gente comenzó a venir al salón, y cuando empecé a tomarme en serio mi proyecto, le dediqué el 100%. Cambié mis hábitos y me di cuenta de que toda esa locura que un día soñé podía hacerse realidad. Ya no existía otra cosa en mi mente que mi proyecto.

No desaprovechaba ni una sola oportunidad para ofrecer mi servicio. Cortaba todo el día en el salón y, en mi tiempo libre, buscaba trabajo fuera de horario para hacer cortes a domicilio.

Algunos días hacía seis cortes, otros apenas tres. Me hacían la vida imposible cuando se dieron cuenta de que detrás de la persiana estaba mi salón de peluquería y mi habitación. Las noches eran un caos: me tiraban piedrazos a la chapa, me despertaba con botellas rotas, y trataban de forzar la persiana mientras yo estaba adentro con mis hijos. Era muy difícil explicarles a mis clientes por qué había un espejo roto, botellas tiradas, o cascotes. Nos hacían de todo.

Tan pronto como tuve la oportunidad, noté que lo poco que ganaba ya cubría el alquiler y las deudas empezaban a disminuir. Era el momento de salir de ahí. Luego de una larga búsqueda por varias zonas, logré encontrar un nuevo local, donde mi proyecto finalmente tomó el nombre de “NAVAJAS BARBERSHOP”.

Mi primer barbería